domingo, 10 de mayo de 2009

APIXITA


Ricardo Perry Guillén


UNO

Una imagen reciente queda clavada en los recuerdos; la de una mañana en Apixita en donde al amparo de un almendro y un viejo ciruelo, una casa de varas y palma, una familia se reúne. El jefe de este hogar es Patricio Hidalgo Padre, el único hijo de tres que conserva el apellido de Don Arcadio Hidalgo. La abuela Pola decidió dejar Minatitlán y venirse a vivir a este lugar con sus tres pequeños y formar otra familia. Hace poco que Don Arcadio vino a Apixita, antes de morir, cuando andaba con los Mono Blanco, llevando al son jarocho de un lado para otro. Dicen que sintió temor de llegar aquí pues el segundo marido de Doña Pola también había sido su enemigo de armas en los tiempos de la Revolución.


DOS

Anduvieron por todo Minatitlán buscando alguien que les dijera donde vivía Don Arcadio. La gente es muy desconfiada con el fuereño y difícilmente quería dar información sobre un jaranero conocido en los fandangos de la ciudad. Los dos jóvenes habían oído que su padre vivía allí gracias a jaraneros que tocaban en todas partes por pueblos y rancherías del sur de Veracruz. Andando cerca ya da la Tacoteno, próximos al área pantanosa donde vivía Don Arcadio, cuando en una casa un niño, que rápidamente recibió regaño de sus mayores, dijo algo, una referencia, más al fondo. Hartos ya de andar recorriendo la ciudad petrolera, casi al punto de tomar otra vez el camino para Apixita y dar así por terminada la búsqueda, caminaron hacia la casa indicada. En la cabeza infinidad de movimientos proporciona el pensar, enfrentarse a algo tan esperado... pero no se puede estar en silencio cuando la voz del joven tiene que decir: “Buenas noches”. “¿Qué quieren?”, contesta otra allá adentro. “Somos gente de paso, queremos un lugar donde pasar la noche”, dijo Patricio. Don Arcadio interrumpió la cena y abrió la puerta. En ese momento el hombre no fue capaz de percibir que aquellos muchachos eran sus hijos, que llevaban días de andarlo buscando, horas sin probar alimento. Don Arcadio aceptó darles un lugar donde dormir, un jacal dentro del patio, una cama. Hasta chanceó, que no quería “atracamientos” en su casa. “¡Que va! –contestó Patricio--, si ella es mi hermana, somos hermanos, Señor”. Cuando amaneció los jóvenes se presentaron ante Arcadio Hidalgo. Patricio le indicó que aquella era la negra, “su hija, la que una vez usted mismo hirió en la cabeza con un pedazo de botella”, alzándole el cabello para que el hombre viera la cicatriz. Don Arcadio la abrazó y abrazó a Patricio: el encuentro había tardado. Les ofreció casa pero ellos habían decidido ubicar sus destinos en Apixita y emprendieron el regreso.
TRES
Y ahora las imágenes más recientes, la de un hombre que cabizbajo escucha atento un lánguido son. Un moño negro recién puesto en el umbral de la puerta avisa de un luto también nuevo: el mes pasado murió aquella mujer llamada Pola. El hombre es uno de los hijos de Don Arcadio. La música brota de un grupo de jóvenes. Son Ramón Gutiérrez, Andrés Rosas, Liche Oseguera y Patricio Hidalgo Hijo. Tristeza hay en el rostro del hombre y su sentimiento invade toda la escena. El son va haciendo referencia a la vida y a la muerte, al deseo de volverse planta porque “la muerte me espanta”. Un niño atestigua la presencia del conjunto. Están en esas miradas, en esos pensamientos la constante de que lo único cierto de nuestro futuro es que la muerte está allá, esperando, porque “la muerte no tiene edad, va carcomiendo la vida para volverla a empezar”. Es el 29 de diciembre pasado, en una casa de material que contrasta con otras donde se asienta la pobreza extrema en Apixita.


CUATRO
Ahora todo está rodeado de una densa neblina y nuestros ojos sólo perciben un círculo, más allá únicamente fantasmas borrosos que al alejarse desaparecen. Patricio Hidalgo Belli toca la armónica y canta meciéndose en una pequeña hamaca la cual está amarrada en aquel mismo almendro. Jaime, su hermano, rasga la jarana lo suficiente para que el músico pueda armonizar una composición. Sus miradas están perdidas más allá de donde acaba toda neblina. Sus rostros denotan pensamientos distantes, la melancolía que brota de la ausencia: “Por ser tan bella y discreta, robas de mi pecho el trino...” Los hermanos menores y los sobrinos juegan con un globo y con sus risas hacen más profundo el contraste entre la alegría y la nostalgia, el presente y el recuerdo, lo distante y lo cercano. De los tres hijos de Don Arcadio solo Patricio pudo cambiar sus apellidos y recuperar el de su padre. Se casó con Margarita Belli, de una familia de Apixita. Además de Patricio Hijo tienen nueve más sin contar los tres que murieron. Apixita es un pueblito del municipio de San Andrés Tuxtla y su población se dedica al campo. Patricio Hijo salió del poblado para estudiar agronomía en Michoacán, como un compromiso de Don Arcadio de dar estudio a uno de sus nietos, compromiso que luego fue asumido por el grupo Mono Blanco.
apixita, diciembre de 1995